Perdonar es una decisión y no un sentimiento ¿es quizás la decisión más acertada?
En la vida, antes o después, nos agreden y quedamos heridos. Nuestras heridas admiten una triple respuesta: la venganza (el veneno que me han escupido lo devuelvo); el rencor (ese veneno me lo quedo dentro, permitiendo que mi rostro se ensombrezca); o el perdón, que supone un trabajo interior. Perdonar requiere tres actitudes: querer perdonar y decidirlo, lo que resulta más complicado de lo que suele creerse; reconocer el daño que se nos ha hecho, nunca reprimirlo; y atravesar ese dolor. El sentimiento de la reconciliación siempre es posterior: es algo así como la gratificación por este proceso purificador.
La Madre Teresa decía que su tarea consistía en animar a cristianos y no cristianos a realizar obras de amor. Y cada obra de amor, hecha de todo corazón, acerca a las personas a Dios. Al margen de la Iglesia católica ¿en qué consiste su tarea como ser humano?
Como todas las personas, lo sepan o no, yo he venido a este mundo para cumplir una misión. La misión básica de todos –también la mía- es redimir el dolor con amor o, dicho de otra forma, atravesar las sombras para llegar a la luz. En mi caso particular, mi tarea es acompañar a todo aquel que se sienta interpelado por mi palabra en su aventura interior.
¿Qué le aporta el Zen?
Fui discípulo zen durante siete años y eso me hizo valorar el camino del silencio como una vía imprescindible para el encuentro con lo esencial. Por paradójico que pueda parecer, el zen me ha devuelto a mi tradición original, que no es otra que la cristiana. Sólo recorriendo lo ajeno valoramos lo propio. Sólo en el extranjero se aprecia y añora la patria.
Como flores hermosas, con color, pero sin aroma, son las dulces palabras para el que no obra de acuerdo con ellas. (Buda) ¿Por qué cree que los seres humanos no nos ponemos de acuerdo entre nosotros?
Porque estamos escondidos de los demás y de nosotros mismos. La cuestión no es esencialmente ética o moral, sino de conciencia de nuestra identidad. No nos sabemos uno con los demás, nos creemos separados. Eso provoca que no sintamos ni las alegrías ni los dramas ajenos como propios. Lo que falla no es sólo el diálogo, sino el conocimiento de uno mismo.
Werfel decía que para aquel que cree no es necesaria ninguna explicación, pero para el que no cree toda explicación sobra. ¿La fe se aprende?
No hay nada que no nos llegue por los demás, también la fe. La fe tiene un proceso y, en ese sentido, supone un aprendizaje. No se cree en Dios de la misma forma cuando somos niños que cuando somos adultos. Pero la fe sólo es cuestión de creencias secundariamente; primordialmente es una cuestión de confianza.
Amar a alguien es sentir que a pesar de la muerte nunca morirá. ¿Qué es el amor?
El amor es la respuesta más lógica y natural a la experiencia de una vida plena. Sólo amamos porque nos sentimos amados, es decir, damos lo que hemos recibido. Más allá de los sentimientos (deformación sentimental) y de los deberes (deformación moralista), el amor es un don y una tarea.
La paz es el resultado de muchas actitudes, todas estas fundamentadas precisamente en la caridad, no entendida como limosna sino como amor. (Buda) ¿No cree que al final todas las religiones tienen el mismo principio y finalidad? ¿y para qué sirven?
Las religiones son, o al menos deberían ser, caminos para la mística, que no es otra cosa que la experiencia de la unidad. Me resulta muy expresiva y elocuente la metáfora de la montaña. Cada religión sube esa montaña por una ladera y, siendo esas laderas diferentes, cada una la describirá según lo que vea en ellas: para unos será una ladera nevada, para otros desértica, exuberante o florida… Pero en la cima, que no es otra cosa que la experiencia mística, todas las religiones se encuentran. Por eso el diálogo interreligioso no tiene mucho futuro si se plantea en clave doctrinal o moral, y sí, en cambio, si el planteamiento es netamente espiritual.
¿Qué encuentra en el silencio?
El silencio nos ofrece la imagen más perfecta de nosotros mismos; es ahí donde resuena o aparece lo que somos: futilidad en primera instancia; sombras después; luz al final. El silenciamiento propicia el encuentro más directo con nuestra identidad más radical.
Una entrevista de Ana Quintana