Estuvimos hablando con Pedro Correa de la vida y la muerte, del amor y la alegría. Fotógrafo y autor de “Todas las mañanas de tu vida”, un libro reflexivo narrado en primera persona que nos invita a replantearnos la vida y nuestra forma de mirarla e interactuar con ella.
Esperamos que os guste tanto como a nosotros.
Ramiro Calle nos decía en una entrevista que: “No pensamos, sino que somos pensados por nuestros pensamientos”. ¿Crees necesaria una crisis para replantearnos la vida?
La cita me parece muy justa. En mi caso, mi crisis existencial fue la muerte de mi padre, que trajo consigo una crisis existencial basada en la certeza de la muerte, en la certeza de que me podía morir de la noche a la mañana porque contra todo pronóstico y debido a un accidente, acababa de ver a mi padre morir de la noche a la mañana.
En el libro “Todas las mañanas de tu vida” hablo de las voces interiores y exteriores que hacen que creamos que estamos a salvo. Lo que yo sugiero es liberarnos de ellas para averiguar quiénes somos realmente. Es un camino que transito desde la muerte trágica de mi padre, que motivó que tomara conciencia de que deseaba algo más de la vida, aprovecharla al máximo, sentirme libre y creo que la mejor manera de serlo, es intentando cuestionarnos quiénes somos realmente. Creo que todas esas voces que creemos interiores, vienen de nuestros padres, nuestra familia, y que son nuestra herencia transgeneracional, así como las exteriores que proceden de la publicidad, la política, nuestros jefes, las redes sociales, y el sistema neoliberal en el que estamos sumergidos, como peces en un acuario.
Cuando tomas conciencia de la certeza de la muerte e inicias este proceso del que te hablo, te viene la urgencia de decidir qué hacer con tu vida si no estás satisfecho con ella. Debemos darnos cuenta de que tenemos que aprovechar la vida al máximo, de que es efímera, que cada segundo cuenta y de que tenemos que aprovecharla al máximo.
La crisis que ha traído la pandemia y que estamos viviendo a través de los medios, la política, etc., nos ha mostrado el camino opuesto. Nos ha hecho sentir un miedo existencial terrible, que creo que es la primera fase del luto y del duelo, y espero que tras esta fase inicial de parálisis que provoca el miedo, venga otra, de despertar de nuestra propia mortalidad, que se pueda traducir en una toma de conciencia para cambiar en nuestras vidas, aquello que no nos satisface o nos hace infelices.
A menudo negamos nuestra infelicidad o la aceptamos con resignación. ¿Qué papel crees que juegan las creencias heredadas o aprendidas en nuestro concepto de felicidad? ¿De qué forma nos condicionan?
Creo que nos condicionan mucho, y por este motivo invito a hacer lo que nos invitan a hacer los filósofos de la antigüedad: conocernos a nosotros mismos, saber cuáles son esas voces que nos acompañan desde nuestro pasado y desde nuestros antepasados. Te pongo de ejemplo a mi abuelo, a quien menciono al inicio del libro. Él se vio obligado a matar por su país en la Guerra Civil y hay gente que dice, bueno, así son las guerras, pero es algo que pertenece al pasado, ¿cómo nos va a afectar hoy? Y yo lo plantearía al revés, es decir, cómo pensar que no nos puede afectar que alguien que ha convivido con nosotros, con quien hemos crecido y que fácilmente nos habrá transmitido muchos mensajes, de manera consciente e inconsciente, y sobre todo y más importante, alguien que ha educado a nuestro padre, como es el caso de mi abuelo, lo cual quiere decir, que mi padre también fue el vehículo de los mensajes de mi abuelo hacia mí. Cómo no me va a afectar que esa persona que ha tenido que matar o morir en la guerra, haya educado a mi padre y él a su vez a mí.
Creo que tener acceso a alguien que nos ayude a analizar estos mensajes es muy importante. Saber de dónde vienen, para saber realmente quiénes somos y qué nos pertenece para poder desbloquear lo que no nos permite avanzar.
“Es importante analizar nuestro pasado y ver cuáles son nuestras heridas”
Bajo la premisa de que sin sacrificio no hay recompensa, nos han enseñado que el sufrimiento forma parte de la vida, que estamos condenados a sufrir sin remedio. ¿Somos víctimas de una realidad que nosotros mismos creamos?
Veo dos partes en la respuesta a tu pregunta: una forma parte de uno de los principios más clásicos en psicología, que es que la realidad que vivimos, es una realidad que percibimos con nuestros sentidos y que creamos según la miremos, pero esto nos lleva a pensar que puede haber siete mil millones de realidades diferentes. La realidad es que cada uno experimenta la suya, porque cada uno la percibe con sus ojos, sus sentidos, sus creencias, sus certezas, su fe, sus vivencias y sus heridas. Todo lo que vivimos está extremadamente condicionado por todo lo que hemos experimentado antes, y cuando digo antes, hablo de nuestra vida, pero incluyo también la vida de nuestros antepasados. Por eso es tan importante analizarlo y ver cuáles son nuestras heridas.
La otra parte sería todo lo que viene del exterior. En este mundo neoliberal capitalista en el que vivimos, una de las frases más importantes es “crecer o morir”, lo cual se asemeja mucho a lo que vivió mi abuelo en la guerra civil (“morir o matar”). Ahora las empresas tienen que crecer o morir, presionando a sus empleados con ese mismo tipo de lenguaje, uno bélico. Lo hemos visto también en la pandemia, ya que apenas hemos recibido mensajes de confianza, solidaridad, aliento o ayuda al prójimo. Por el contrario, más bien hemos escuchado ese lenguaje como te digo bélico, de guerra contra el virus, de bajas en el frente o de héroes, lo cual creo que solo alimenta la idea sobre hacer sacrificios que me comentabas en la pregunta.
El mensaje en clave bélica que hemos recibido para intentar sobrellevar la situación, ha provocado otra serie de problemas aparentemente invisibles a corto plazo, pero muy importantes a medio y largo plazo. Todos los tratados científicos en psicología del bienestar y de la felicidad, te dicen que esos términos son términos extremadamente ansiógenos y solo ahora, estamos empezando descubrir cuántas son las bajas que se están produciendo y que se van a producir por ansiedad y estrés, derivadas de la pandemia a nivel mundial. No sé en España, pero en Bélgica y Francia los psicólogos y pabellones psiquiátricos están desbordados y es un problema serio.
Acabas de publicar “Todas las mañanas de tu vida” y entre otras muchas, me ha gustado una cita en la que dices que: “La búsqueda de lo bello, es en realidad una búsqueda de amor”. ¿Es ahí donde encuentras tú la belleza?
Me emociona mucho esa frase. Te diría que lamentablemente el sistema en el que vivimos, lo basa todo en lo material y el consumo, en la producción material de bienes, el dinero y la acumulación de riquezas. Es ahora cuando empezamos a tomar conciencia de lo tristes que estamos, de lo triste que está la sociedad en general. No es una opinión mía, las estadísticas muestran que nunca antes hemos estado tan tristes, nunca se han consumido tantos ansiolíticos y nunca ha habido tantos suicidios.
Deberíamos preguntarnos si nos identificamos con lo material o si lo hacemos con el amor, la solidaridad, la ayuda al prójimo, la generosidad, los lazos sociales y la importancia de poder mirarse a los ojos y sentir empatía hacia otra persona, algo que desgraciadamente, nunca ha sido noticia en las campañas o programas políticos, ni prioritario en los medios de comunicación.
Tenemos que empezar a hablar sobre la importancia de la alegría, de la belleza y de la búsqueda de belleza. El proceso de despertar, de “darnos cuenta”, es un proceso que a mí personalmente me emociona mucho. En mi caso, supuso darme cuenta de que siempre había querido ser escritor y artista, dos formas de intentar llegar al alma de los demás, crear esos lazos de los que la sociedad hoy prescinde muy fácilmente, que son los lazos culturales, artísticos y sociales.
Para mí, escribir sobre las personas es una búsqueda de amor, siendo el amor una forma de vivir y siento lo mismo con el arte, que para mí es un proceso de búsqueda de la belleza, cuyo objetivo es transmitir el amor que siento cuando veo una escena bella en una ciudad o en un paisaje y donde creo que reside la felicidad, en esos lazos invisibles de amor que nos une.
Cartier-Bresson decía que “Fotografiar es poner el ojo, la cabeza y el corazón en el mismo punto de mira”. En tu escala de valores, qué lugar ocupa el concepto de creatividad, ¿desde qué estado accedes a ella y qué te aporta la fotografía?
Como te decía, para mí la creatividad es una herramienta que me permite conectarme a los demás. Siento una conexión con el que lo observa en el caso de la fotografía y con quien lee en el caso del libro. Una conexión que se inicia en mis ojos, pasa por mi corazón y pretende llegar al corazón del espectador.
No es ninguna coincidencia que mis obras, aunque sean fotografías, que siempre ha sido un arte muy documental, en mi caso haya sido todo lo contrario, porque con mis fotos no pretendo documentar nada. Son fotos con muchas capas y en muchas de ellas no hay nitidez, no son fotos nítidas. Pretenden transmitir emoción en lugar de información. Este tipo de arte que trabajo es el que más me conmueve, porque se basa en las emociones, eso que tanto intentamos suprimir viviendo en piloto automático, ya que está mal visto expresar la emoción.
“Hemos nacido para mejorar e irnos mejores de lo que éramos al llegar”
¿Cómo desaprender para volver a aprender y tomar conciencia de lo que realmente nos hace felices?
Ese es el trabajo de toda una vida (risas) y el mensaje de “Todas las mañanas de mi vida”. El camino existencial y la introspección no es nada egoísta ni solitario, es una herramienta para mejorarnos a nosotros mismos, y creo que es muy importante pedir ayuda y no estar solos en el proceso. No tiene por qué hacerse en soledad. Encontrar el propósito de la vida, suele ser toda una tarea y mi recomendación es hacerlo de la mano de profesionales y a través de la terapia que mejor se adapte a nosotros.
Personalmente, me gustaría que el día que esté en mi lecho de muerte, pueda mirar atrás y por fin pueda entender dónde me ha llevado todo ese trabajo. Llevo catorce años transitando este camino. Uno donde el mero hecho de transitar por él ya me aporta muchísima alegría, porque la felicidad es un camino que dura toda una vida y el hecho de saber que estoy en un proceso de autoconocimiento, de intentar saber de dónde vengo para desaprender y avanzar, es de por sí una gran alegría. Hemos nacido para mejorar e irnos mejores de lo que éramos al llegar.
Encontrar el propósito de la vida suele ser toda una tarea a llevar a cabo, y si, así como pensamos, somos, ¿crees que la ausencia de pensamiento da respuesta a tan difícil pregunta? ¿qué te aporta meditar?
Una pregunta compleja. Creo que hay dos posibles respuestas: la primera es que como te decía, todo lo que es racional, material, analítico y lógico, se ha ido dejando de lado e incluso se ha ridiculizado desde que llegó el capitalismo neoliberal a nuestras sociedades.
La voz interior se asemeja mucho a la intuición, a las cosas que son invisibles, que no son científicas ni racionales o lógicas y no por ello dejan de existir. Hay una parte que es totalmente intuitiva como tú dices, que se puede alimentar y hacer despertar con ejercicios como la meditación, la contemplación o la inspiración de la que hablan los fotógrafos o los pintores, al intentar capturar la belleza de una forma irracional, desde el amor, al igual que cuando alguien escribe poesía.
Creo que nuestra sociedad tiene que renacer y volverse más justa, más amorosa, más generosa, y para ello tendrá pasar por darle mucha más importancia a lo que no es racional.
En cuanto a la meditación, meditar me aporta acallar o quitarle volumen a todas esas voces que no son mías, que no son mi “yo” real. Las que nos hablan de lo dura que es la vida, de que no hemos hecho algo bien o las que alimentan un miedo a menudo irracional.
La voz interior de la intuición de la que hablo en el libro, es la voz del niño que llevamos desde nuestra infancia. Nos susurra mientras el resto de voces que no somos nosotros y que nos son impuestas, nos gritan. La meditación nos baja el volumen y nos permite escuchar la voz del niño que llevamos dentro.
Una entrevista de Carolina Liébana